viernes, 22 de mayo de 2015

“La Ruta de Circunvalación es una solución innecesaria.Claramente, es un negocio para otros”. Por Emilia Edelstein

Voy a empezar dejando en claro: No queremos camiones internacionales pasando por la Villa ni por la Ruta 40. Ni en su traza actual, ni por una circunvalación desproporcionada, disruptiva del ambiente y de nuestro estilo de vida.

El problema del paso de camiones lleva décadas y aquel “viejo anhelo” del que se hacen eco con este proyecto,  ha quedado anacrónico porque el problema se ha modificado. Nuestra comunidad no es la misma de hace 35 años, cuando aún no nos dedicábamos de lleno al turismo, ni teníamos esta población. Los camiones tampoco son los mismos: ni en cantidad, ni en peso, ni en velocidad. Y hoy, tenemos conciencia del impacto ambiental negativo que provoca la actividad humana.

El proyecto de circunvalación se desplaza del eje de nuestro problema con los camiones para ir a resolver el problema de los empresarios del transporte internacional de cargas pesadas. Este desplazamiento genera una distorsión respecto de lo que es o no necesario. Es un recorte que deja afuera nuestra necesidad  de vivir en un ambiente sano y con una actividad turística sustentable.

Nuestro problema es muy sencillo: no es por dónde hacemos pasar los camiones, sino si les permitimos pasar. Nosotros no los necesitamos, entonces la solución es no permitirles pasar. Somos un pueblo dentro de un Parque Nacional, una “aldea de montaña”, donde lo único que queremos que se desarrolle —y sólo de manera sustentable— es el turismo, actividad de la que vivimos. El paso de camiones va en desmedro de lo que somos y de nuestro futuro.

Esta “solución” que nos ofrecen se puede comparar a que si voy a comprar pantalones para sacar la ceniza del jardín, me venden un vestido de fiesta: no es lo que necesito, no me permite hacer la tarea y encima es carísimo (no perdamos de vista que esta obra la pagamos todos los argentinos).

Es una solución innecesaria y es para un problema ajeno. Es un sinsentido. Y, claramente, es un negocio para otros.

Como impacto socio económico, hacer un paso de camiones que separa al pueblo de la ruta, no resuelve nada sino que agrava el problema porque no los desvía del resto de la traza. Estamos en un corredor turístico que nos une con Bariloche, San Martín, Chile y con el circuito de los lagos.

Es contradictorio que mientras el Ministerio de Turismo de la Nación está promoviendo la Ruta 40 (con el consiguiente gasto) se esté permitiendo su uso para el transporte de cargas pesadas.

Si queremos que sea sin camiones, no es “con los camiones pasándonos por arriba” como plantea este proyecto que atropella nuestra meta de ser el tan mentado “destino turístico de excelencia”.

Nuestro corredor turístico transformado en corredor de cargas pesadas, deja a la comunidad “puenteada” (literal y metafóricamente) y lejos de la ruta que nos trae a los turistas. Los que trabajamos en esta actividad sabemos lo difícil que es conseguir que “bajen” del asfalto, ¿quién los va a bajar de la ruta para que entren al pueblo?

Y no olvidemos que la circunvalación es sólo la precuela del Corredor Bioceánico Norpatagónico, tal como dice su Estudio de Impacto Ambiental, que está aún sin aprobar.

¿Qué va a ser de nuestra comunidad cuando ese corredor esté funcionando al 100%? ¿Vamos a vender choripán a los camioneros para subsistir? ¡Eso sí, vestidos de fiesta!

También, esta obra lesiona el ambiente de manera desproporcionada. Como muestra: se tirarían 27 mil árboles. ¿Será que nos sobran?

Se dice que la circunvalación soluciona el problema de la seguridad vial, pero lo cierto es que los siniestros no ocurren en este tramo de 6 km, sino que a lo largo de toda la ruta. Un detalle: en su mayor parte no está preparada para soportar camiones de carga pesada que la deterioran y la hacen peligrosa para todos.

El verdadero problema es el de la inseguridad ambiental y el de los vecinos que viven abajo y de sus bienes. Parece que esto no se está tomando en cuenta a pesar de toda la legislación y las investigaciones hechas sobre el tema.

Baste aclarar que la legislación sobre bosques y el mapa realizado por SEGEMAR en 2011, son muy claros respecto del tratamiento de las cuencas y de los mallines.

SEGEMAR incluye toda la zona de cuencas en rojo y dice que  “no son  aptas para construcciones. Es una zona donde se deberían aplicar restricciones de uso, para evitar grandes riesgos a la población”. Toda la traza se desarrolla sobre estas cuencas, por lo que no debería hacerse una obra de tal magnitud.

Pienso, como muchos acá, que somos parte de la Naturaleza y no dueños de la Naturaleza. Adhiero a un enfoque biocéntrico. En él, se pasa de una idea del hombre como amo y señor de la naturaleza y de sus mal llamados recursos, a la del ser humano como parte indisoluble de ella, con el deber de protegerla para protegerse.

Desde ahí, planteo que esto no es un “salvemos al panda”, sino un salvemos al ecosistema y salvemos a  los vecinos que viven aguas abajo, para que no les llegue el alud de barro y cenizas volcánicas arrastrando, de paso, algún puente o cuando vuelque un camión y ruede por la ladera hasta terminar en la casa de alguien. “Tránsito pesado = bosque pisado” no es una consigna vacía: somos el bosque y vivimos en el bosque.

 

La legislación vigente que protege el ambiente y nos protege es extensa y no la voy a mencionar porque supongo que todos la conocemos.

Pero las autoridades locales, provinciales y nacionales no se dan por enteradas y avanzan.

Reitero: queremos que los camiones no pasen por esta ruta. Pueden obligarlos a usar el Paso de Pino Hachado, o simplemente, podemos dificultarles el tránsito por nuestro ejido. Nada de esto se hace hoy.

A cambio, y sin consultarnos debidamente, nos están obligando a aceptar algo que arruina nuestro ambiente, que pone en riesgo nuestra única actividad económica y que va a ser pagado por todos los argentinos, cuando es dinero que se podría usar para algo que sí sea necesario.

Queremos que nuestras autoridades representen nuestros intereses y no los de las empresas inmobiliarias y de logística. No queremos ser “zona de sacrificio”.

Nosotros no necesitamos los camiones, no necesitamos esta mega ruta de 6 km.

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